Los pijos
Los pijos son odiosos. Ser pijo no tiene que ver con el dinero, algunos no tienen ni dónde caerse muertos. Tampoco con el status, aunque está Ãntimamente relacionado con ambas. La caracterÃstica común que define a los pijos, además de su encantador materialismo, es que carecen de una cosa muy básica: el saber estar.
Saber estar. Un concepto complicado: tiene que ver con la educación, el respeto y la empatÃa para con quién está en frente de uno. Saber estar es difÃcil para cualquiera, pero para los pijos mucho más porque están acostumbrados a pensar sólo en sà mismos. Se comportan igual en su casa, en la carnicerÃa que en El Corte Inglés. El mundo es tan sólo un decorado que ellos transitan con gracia y ligereza. Una pandemia silenciosa de gente que no sabe estar se extiende como un cáncer por toda la sociedad.
El otro dÃa una pija vino a parar a la panaderÃa de mis padres –otra cosa adorable que hacen los pijos, es buscar profesionales que trabajan con sus manos y no son refinados, porque les gusta observarlos como los monos en el zoo (supongo que por aquello del contraste) – y pidió que le cortase una bolla en rebanadas para el desayuno. Un buen ejemplo de no saber estar: entrar en una panaderÃa de pueblo esperando las mismas gilipolleces por las que las panaderÃas que sueles frecuentar cuadriplican el precio del producto. Saber estar, implica saber que la autenticidad y todas esas mierdas que se supone que estás buscando en tu excursión fuera del código postal 001, no son compatibles con las costumbres del Lidl. Saber estar es no pretender que una persona con la que no convives te corte el pan en rebanadas. No pedir un café con más de 3 palabras. No llamar a Glovo cuando cae el diluvio universal porque no quieres bajar tú a por unas pilas para el mando. Saber estar es adecuarte a la situación que estás viviendo, dimensionar las cosas acorde a la importancia que tienen, guardar y mostrar respeto.
Es el argumento de un mal sainete: curiosamente, los pijos creen que tienen saber estar. Lo que llaman ‘clase’. Y cualquiera de las señoras con mandilón de cuadros que estaban allà ese dÃa, a pesar de tener mucha más elegancia natural se pasan la vida totalmente convencidas de que son burdas y no merecen ir a sitios ‘elegantes’ porque ‘hacen el ridÃculo’. En la vida he visto hacer el ridÃculo a gente ‘humilde’ (sin alcohol, drogas o enfermedades mentales de por medio). A pijos, incontables.
Hay una frase en el libro de Victoria MartÃn que dice algo asà como ‘los pijos sólo pasan frÃo los domingos en misa’. En eso pensaba mientras coordinaba una boda el otro dÃa. Un dÃa de perros. SonreÃa para mis adentros porque esos pijos estaban pasando un frÃo que te cagas. Se les nota demasiado que no están acostumbrados a no estar confortables. Además de no saber estar, los pijos son muy histriónicos. Me llamó especialmente la atención uno que se arrodilló para rezar en la piedra mojada del pasillo mientras cerraba los ojos fuerte y murmuraba vocalizando mucho. Antes de la consagración, me fijé como ese mismo abandonaba la iglesia para ir a fumar. Me gusta mucho la misa, pero sólo un rato. Me gusta mucho la misa y me arrodillo a rezar con devoción, pero me gusta más el tabaco.
Cuando llegó la novia, unas señoras le advirtieron que el camposanto está la puerta de vivos y la de muertos, que era por la que pretendÃa entrar. Estaban absolutamente aterrorizadas con esto. Supongo que es un mal augurio, o yo que sé. No es que la desgracia se vaya a cernir sobre ellos, simplemente es de mala educación entrar por la puerta que no es. A mà personalmente, el protocolo me da igual, pero si le das importancia para unas cosas – la iglesia más grande y majestuosa para casarse – tendrás que dárselas a las que se supone que dan sentido al ritual al que te estás abandonando.
Unas horas más tarde, vino un niño de unos 6 años a decirme mientras montaba la cigar bar, y cito textualmente: ‘que un dÃa vio a un pobre pedirle dinero a su madre para comprar tabaco. Y yo le dije: si no te gastaras el dinero en tabaco, no serÃas pobre, ¿a qué sÃ?’. Ese niño nunca se cuestionará sus privilegios, porque para él son absolutamente normales. Crecerá, irá a misa y saldrá a fumar cuando se aburra de fingir que rezar le llena el alma.
Resumiendo: no saben estar, son histriónicos y absurdos. Y cada vez hay más.
Antonio no es el cantante de Arde Bogotá
Ayer vi a Arde Bogotá en directo por la segunda vez. La primera fue el verano pasado, cuando no los conocÃa de nada. Por eso mismo, iba yo por el festival y me acerqué a un chico que estaba apoyado en una esquina con una pashmina en el cuello, para preguntarle precisamente por qué llevaba una pashmina con el calor que hacÃa. Estuve hablando con el 15 minutos hasta que la gente que nos rodeaba se empezó a acercar para pedirle fotos. Ahà me di cuenta que era famoso. Yo estuve hablando con Antonio GarcÃa, no con el cantante de Arde Bogotá. Recuerdo el apretón de manos –suaves– y que no me aguantaba mucho la mirada. TÃmido y delicado serÃan las etiquetas, y eso no encaja con nada de lo que vi encima del escenario: una presencia arrolladora. Además de cantante, es actor. Una cosa es Antonio, otra Antonio cuando canta.
La última vez que los vi sólo me fijé en él y en el guitarra. Esta vez me fijé en el del bajo también, porque tuvo mucho protagonismo en La Resistencia. Los pobres baterÃas, nunca en la ecuación.
Fue un directo espectacular. En la canción que dice: ‘bésame en la boca ahora que nadie nos mira’ me vi rodeada de parejas haciendo precisamente eso. Yo sà estaba mirando. Sentà una punzada de envidia: no recuerdo la última vez que a me besaron con esa complicidad que sólo tienen las parejas que se quieren profundamente y no les importa demostrarlo. Precisamente la envidia era porque conozco la sensación de desaparecer en un beso. Afortunada, supongo. Eso existe, y hay que buscarlo siempre.
La semana pasada, fui otra vez a ver a The Rapants, que ayer también estaban. Nos los encontramos a las 2AM en el local donde tocaban en Vigo cuando aún no vendÃan ni 50 entradas. Casi nadie tiene la oportunidad de salir y compartir un par de rondas con su artista más escuchado de Spotify. Ventaja de tener gustos sencillos. Hablamos de muchas cosas, pero hubo una conversación en particular que me hizo gracia, y que demuestra que The Rapants aún no tienen el personaje tan interiorizado. ‘¿Ti eres autónoma no, Sara? + SÃ. ¿Por? - ¿E cómo sabes que vas a ter traballo? - Pues cuando vas trabajando, va saliendo más trabajo. Si te esfuerzas suele ir bien, pero no lo sabes claro. + É que, ahora estamos de moda, temos a ostia de fechas tal, pero ighual o ano que ven isto acábase, xa se aburren e non compran entradas.’ Me separé la cerveza de la boca estupefacta. Unos tÃos que hicieron doble sold out en Santiago para presentar su último disco, con sÃndrome del impostor. Rallados por si no venden mientras lo están vendiendo todo. Me recordaron tanto a mà con su edad, que me sentà muy sabia de golpe, una cosa que no pasa nunca. Xanma es aún más un chaval de Muros, que un cantante. Pero, como a Arde Bogotá, sé que algún dÃa los voy a ver en La Resistencia ‘Os va a ir bien, hazme caso – le respondà – estamos donde tocabais hace un año y sé que no os voy a volver a ver aquà nunca más. Lo más difÃcil está hecho, ahora sólo tenéis que seguir currando y procurar no enfadaros entre vosotros’.
Consejo de redes de hoy: spotify en la stories.
Me he dado cuenta de que hay gente que no sabe lo más básico de compartir música, y es hora de remediarlo.
La música, aparte de un complemento narrativo increÃble, es una máquina de indirectas. Empezó en los estados de menssenger, ‘es la frase de una canción’ (nunca lo es). Aunque parezca aleatoria, nunca lo es. Apoya o refuerza el mensaje, da información. No sólo se usa para acompañar. Si la sabes utilizar, claro.
A mà como más me gusta compartirla cuando la uso como complemento es con la letra, con la portada en cuadrado o directamente sin nada. Si vas a los stickers, verás todas las opciones cuando eliges una canción abajo. La cruz es sin nada, que esto parece tonto, pero la gente no lo sabe. Igual que si arrastras el cuadrado hasta más allá del margen de la pantalla, desaparece.
¿Qué es usarla como complemento? Pues elegir la canción de Never ending story cada vez que se retrasa la obra de la terraza.
Otra cosa, que igual es más desconocida, es compartir directamente desde Spotify. Esto me gusta mucho para compartir las frases de canciones, las indirectas.
Seleccionas las lÃneas que quieres, continuar y ¡tachán!
Digo en stories, pero podéis enviarlo directamente por WhatsApp si el tema es más privado. Las opciones están abajo. para compartir, en TODAS LAS APPS, hay que buscar este sÃmbolo. Ahà es:
También se puede usar para compartir la canción con su fondo. Esto me gusta para cuando simplemente me gusta la canción, sin segundas. El arte por el arte.
También vi a las Shego ayer. Esta es mi canción más escuchada en 2023. Cuando salió el Wrapped, no entendÃa mucho, sà que la escuché, pero ¿tanto?
Salimos fuera a fumar, odio los bares del centro
DeberÃa dejarte, esto me está destruyendo
Ya he probado cómo duele si golpea la suerte
Mejor quito la mejilla, no me rompa los dientes
Tienes los ojos tan idos que parece que has muerto
Qué raro verte llorar y no sentir nada dentro
Aún no sé
Qué me esperaba
Claro joder
Qué me esperaba, qué esperaba de ti, yo esperaba
Otra vez (Nada, nada, nada)
El mismo drama (Nada, nada, nada)
Otra vez
Los mismos miedos qué esperaba de mÃ
No esperaba menos, menos, menos
Menos, menos, menos
Menos, menos, menos
Menos, menos, menos
Esta fue mi canción de ruptura. No sé si esto pasa habitualmente, pero hay canciones que tienen la capacidad de modificar mi comportamiento. Esta canción me ayudó a darme cuenta de que no podÃa perdonar lo mismo una y otra vez. ‘Es que tiene razón la canción esta joder’. La escuchaba en bucle porque necesitaba escuchar exactamente eso. ParecÃa que estas tÃas habÃan venido a hablar conmigo para escribirla.
Aún hoy la sigo escuchando, y la sensación de hartazgo está ahà detrás. Sin Lucky, lo hubiese dejado igual, pero menos convencida.
(Esto me pasa con libros y series también).
XX